jueves, 26 de febrero de 2009

REPUBLICA DOMINICA: Leonel Fernández

Rendición de cuentas sirve al Presidente para defender gestión y anunciar planes

Escrito por: Rafael Peralta Romero
El Nacional Tomado de: www.elnacional.com.do

La comparecencia del Presidente de la República ante la reunión conjunta de las cámaras legislativas el 27 de febrero de cada año, además de satisfacer la prescripción constitucional, ha venido a servir como un espacio para que el jefe del Estado justifique o defienda hechos consumados de su administración o proyecte visiones anticipadas de acciones que contempla emprender.

En tres décadas de democracia política, contadas a partir de 1978, la rendición de cuentas prevista en el artículo 55 de la Constitución, se ha tornado más abierta y ha evolucionado hacia la conversión del escenario en un foro donde el titular del Poder Ejecutivo, además de acentuar su protagonismo, se yergue con ímpetus ciceronianos, como el más puro defensor y relacionista de sus actos públicos.

Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Salvador Jorge Blanco, Hipólito Mejía y Leonel Fernández, además de informar de sus actos ante el Poder Legislativo, han usado la ocasión para refutar críticas sobre su respectiva gestión, resaltar logros y anunciar planes inmediatos, ya fueren de gestión pública o puramente políticos.

El Presidente Fernández se ha caracterizado por introducir en sus alocuciones recursos no utilizados por otro jefe de Estado. Su intervención de 2007 significó una demostración de esas innovaciones, por la diversidad de elementos tecnológicos, propios de la multimedia y hasta por la formulación del primer chiste dicho en ese ámbito.

Fernández invitó a los congresistas a dar un paseo en el metro, entonces en construcción, para el próximo aniversario de la Independencia Nacional, con la advertencia de que no se puede entrar a la flamante máquina móvil llevando chicharrones.

En 1978, el Presidente Joaquín Balaguer acudió al salón de la Asamblea Nacional en cumplimiento del artículo 55, inciso 22, de la Carta Magna. “Es la última vez –dijo- dentro del actual período constitucional que rindo cuentas de la labor del gobierno que presido ante la voluntad, soberanamente representada por estas Cámaras Legislativas”. Explicó que el informe de ese momento abarcaba tres períodos constitucionales, pero todos sabemos que al gobernante de turno sólo se le exige información de un año de gestión, ni siquiera de un cuatrienio.

Cuando entró en detalles, se permitió afirmar que su gobierno había construido más obras públicas “que todos los gobiernos que el país ha tenido desde el que presidió ese formidable constructor de los días de la colonia que se llamó Frey Nicolás de Ovando hasta el que surgió de la intervención militar extranjera que puso fin a la última de nuestras contiendas civiles”.

Era un año electoral, y el Presidente corría en la competencia por el poder. Aprovechó el escenario para proclamar que contaba con la mayoría silenciosa porque sería ésta quien decidiera en las elecciones a celebrarse en mayo de ese año. Definió a esa mayoría como la “masa neutral que no participa activamente en política”.

Un año después correspondería, por primera vez, el protagonismo al Presidente Antonio Guzmán, quien junto al informe de sus primeros cinco meses de labor, en un largo preámbulo acerca de la crisis política del año anterior, se refirió a los efectos de los procesos electorales en la vida nacional. Al respecto dijo: “El 1978 no podía ser un año ni política ni económicamente normal. Todavía entre nosotros unas elecciones generales constituyen un proceso paralizante”.

Ya en la comparecencia de 1980, el Presidente Guzmán se ceñiría mucho más a la narración minuciosa de los actos de gobierno realizados en 1979, contrario a la presentación de 1982, definitivamente la última, en la cual el mandatario asumió fervientemente la defensa de su administración en todos los aspectos, sin dejar de lado la cuestión política: “Se ha acusado a mi gobierno de realizar una gestión completamente divorciada de lo que se propuso el partido que me llevó al poder…”.

En el exordio de su discurso, cada gobernante ha repetido que “cumplo con el compromiso de…” para luego apuntar una idea clave de lo que será el epicentro de la disertación. Por ejemplo, El Presidente Salvador Jorge Blanco cuando acudió por primera vez, en 1983, inició con que 1982 fue un año difícil para República Dominicana y citó entre otros factores la economía, la muerte del presidente Guzmán y el aumento de precios de nuestros productos de importación. En ese año, dijo, hubo un solo ganador: el pueblo dominicano y un gran triunfador: la fuerza moral de una nueva generación al frente de los destinos públicos”.

Lo peor no había pasado para Jorge Blanco. “Lo peor aún está por venir”, advirtió el propio Presidente durante su disertación de febrero de 1984, en la misma que se refirió a la crisis económica de 1983, que defendió los acuerdos con el FMI y relacionó la situación económica local con la crisis mundial de la economía.

El tema económico ha sido una constante en los mensajes presidenciales, ya enfocado como crisis, ya visto desde posiciones optimistas en las que se resalta la prosperidad y el crecimiento. En 1988, el Presidente Balaguer, que sustituyó a Jorge Blanco en 1986, combinó perfectamente ambos factores. Definió muy complejas las circunstancias vividas y luego citó una serie de logros de la economía.

“No quiero ni puedo negar que el país atraviesa por una situación excepcionalmente difícil, que una buena parte de nuestra población padece de grandes privaciones, que el pueblo en general pasa por una aguda crisis de incertidumbre, de insatisfacción”, dijo el Presidente.

El misterio suele tornarse un aliado de algunos estadistas, pero de ninguno lo ha sido en la medida en que lo fue del Presidente Balaguer. El mensaje presidencial depositado en febrero de 1996 ante las cámaras legislativas ha de resultar el más breve de la historia reciente. Enigmático, pero no tonto, Balaguer comenzó diciendo que: “Estos documentos oficiales han sido redactados con minuciosidad. Garantizo al Congreso Nacional que en ellos no se omite ningún dato que sea realmente significativo. Por esa razón no voy a hacer comentarios adicionales, puesto que serían innecesarios”.

El Presidente pidió permiso a las cámaras legislativas para recordar su política de oposición a los préstamos, sólo eso quiso decir. “Por ser ésta probablemente la última vez que comparezco ante ellas…”. Diez y ocho años antes había declarado en el mismo escenario que era la última vez que acudía allí. Ahora decía que probablemente fuera la última.

Cada estadista será él y sus circunstancias. La primera exposición del Presidente Fernández ante la sesión conjunta de las cámaras, me remite a la frase de Ortega y Gasset. Habló en medio de rumores sobre cierre de la frontera y una cadena de acciones en torno a los ciudadanos haitianos establecidos aquí. Hubo de defender el derecho del gobierno a deportar extranjeros y dijo que los haitianos extrañados del territorio nacional eran los ilegales. El embajador haitiano no asistió a la ceremonia.

Cuando acudió por primera vez a la cita con el Congreso Nacional, el Presidente Hipólito Mejía desarrolló su discurso en torno al tema financiero. Acusó a los funcionarios del gobierno saliente de borrar los documentos que apoyaron el informe del manejo de la economía, lo cual dificultaría a su gobierno hacer un balance definitivo de los primeros seis meses de administración.

Iniciado su segundo período gubernamental en 2004, el Presidente Fernández se acogió al mandato constitucional en febrero de 2005 y para entonces ya llevaba el metro en el corazón. Pidió a la nación no dejarse atemorizar por los que se oponen a este proyecto. Pero las circunstancias –siempre las circunstancias- lo llevaron a hablar de sus planes contra la delincuencia: “No escatimaremos esfuerzos para pulverizar el crimen”.

La Constitución manda que el Presidente informe al Congreso Nacional lo que se ha hecho en la administración del Estado durante el período de doce meses. El mandatario deposita documentos, explica situaciones, afianza criterios, anuncia decisiones, defiende políticas y promete acciones. Cada 27 de febrero, queda evidenciado que el mensaje es intrínseco al Presidente y sus circunstancias.

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