Por Rafael Núñez, articulista invitado
Como resultado de la revolución tecnológica en la comunicación, la humanidad hoy día tiene detalles al instante de los hechos que ocurren, no importa que estos se desarrollen al otro lado del planeta, en la Antártida o en el Cono Sur, permitiéndonos ser testigos de excepción de acontecimientos lejanos. A través del internet, por ejemplo, los usuarios tienen una sinergia de audio, imagen, fotografía y texto, una especie de “combo”, sin que por ello tengamos que pagar altísimos precios.
Esa agilidad y versatilidad que nos ofrece el internet, si bien su uso plantea conflictos en el ámbito familiar, nos permite estar no sólo informados con la misma prisa con que andan nuestras vidas, sino que facilita la interacción con quienes sirven las noticias.
El internauta no es un ente pasivo que recibe información como ocurría con quienes crecimos leyendo la prensa plana, sino que está en capacidad de fijar sus propios criterios mediante los blogs personales, páginas, etc., informaciones que se irradian por toda la red, como corre la sangre por todo nuestro cuerpo.
A quienes nacimos antes de la actual revolución en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y, por consiguiente nuestros “discos duros” están formateados en base a los códigos de máquinas de escribir Remington y Olimpia, no nos cabe dudas de que nuestra incorporación a esta Era del Conocimiento, plantea una desventaja con las actuales generaciones, para quienes la decodificación de los nuevos equipos resulta más fácil que tomarse un vaso de agua.
Cuando Graham Green chocó con la realidad de las miserables vidas de los mexicanos de Tabasco y con la persecución anticlerical del gobernador de esa ciudad mexicana (1924-1928), en Inglaterra, de donde era oriundo el afamado escritor y había una enraizada fe cristiana, no se tenían los detalles de la abominable vida de los mexicanos. Los sistemas de cable satelitales, utilizados en esta era de la comunicación, permite a la humanidad ser testigo de que “el mundo- verdaderamente- es una aldea global”, como señaló hace tiempo Marshall McLuhan.
Cuando por las páginas de internet nos enteramos de las aventuras amorosas del famoso padre Alberto, la información ilustrada con fotografías había circulado como pólvora por todo el mundo, mientras en los púlpitos la noticia encogió de hombros a sacerdotes y religiosos. Aunque no estamos frente al protagonista principal de la obra “El Poder y la Gloria”, de Graham Green, el padre Alberto y el cura que sirve de personaje central de Green tienen, sin embargo, algo en común: Son dos hombres de carne y hueso que a pesar de la sotana “se dejaron arrastrar por la vida mundana y le dieron riendas sueltas a sus apetitos”. (Lo único censurable al padre Alberto es haber violado los votos de la iglesia).
Para que el mundo se enterara de las “infidelidades” de Alberto contra la Iglesia, sólo bastó que un “paparazzi” tomara una fotografía y la enganchara a una página de internet. Otro acontecimiento reciente, tiene que ver con la denuncia que hiciera en un portal de internet de Guatemala, en la que un abogado advertía que sería asesinado supuestamente por gente vinculada al gobierno. Luego de materializarse su asesinato, aunque la noticia de su posible muerte circuló como rumor, fue en el internet donde se divulgó el video en el que el empresario y abogado dejaba como testimonio su versión, que coincidía con las murmuraciones.
Si partimos del hecho de que la información es poder, sin lugar a dudas que hoy el ciudadano común está más empoderado que cuando el sacerdote de Graham Green, en la novela histórica “El Poder y la Gloria”, salió corriendo de la persecución gubernamental. El internet es un “combo” de texto, audio, video y fotografía que poco nos cuesta, y que bien usado es beneficioso para la humanidad.
Como resultado de la revolución tecnológica en la comunicación, la humanidad hoy día tiene detalles al instante de los hechos que ocurren, no importa que estos se desarrollen al otro lado del planeta, en la Antártida o en el Cono Sur, permitiéndonos ser testigos de excepción de acontecimientos lejanos. A través del internet, por ejemplo, los usuarios tienen una sinergia de audio, imagen, fotografía y texto, una especie de “combo”, sin que por ello tengamos que pagar altísimos precios.
Esa agilidad y versatilidad que nos ofrece el internet, si bien su uso plantea conflictos en el ámbito familiar, nos permite estar no sólo informados con la misma prisa con que andan nuestras vidas, sino que facilita la interacción con quienes sirven las noticias.
El internauta no es un ente pasivo que recibe información como ocurría con quienes crecimos leyendo la prensa plana, sino que está en capacidad de fijar sus propios criterios mediante los blogs personales, páginas, etc., informaciones que se irradian por toda la red, como corre la sangre por todo nuestro cuerpo.
A quienes nacimos antes de la actual revolución en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y, por consiguiente nuestros “discos duros” están formateados en base a los códigos de máquinas de escribir Remington y Olimpia, no nos cabe dudas de que nuestra incorporación a esta Era del Conocimiento, plantea una desventaja con las actuales generaciones, para quienes la decodificación de los nuevos equipos resulta más fácil que tomarse un vaso de agua.
Cuando Graham Green chocó con la realidad de las miserables vidas de los mexicanos de Tabasco y con la persecución anticlerical del gobernador de esa ciudad mexicana (1924-1928), en Inglaterra, de donde era oriundo el afamado escritor y había una enraizada fe cristiana, no se tenían los detalles de la abominable vida de los mexicanos. Los sistemas de cable satelitales, utilizados en esta era de la comunicación, permite a la humanidad ser testigo de que “el mundo- verdaderamente- es una aldea global”, como señaló hace tiempo Marshall McLuhan.
Cuando por las páginas de internet nos enteramos de las aventuras amorosas del famoso padre Alberto, la información ilustrada con fotografías había circulado como pólvora por todo el mundo, mientras en los púlpitos la noticia encogió de hombros a sacerdotes y religiosos. Aunque no estamos frente al protagonista principal de la obra “El Poder y la Gloria”, de Graham Green, el padre Alberto y el cura que sirve de personaje central de Green tienen, sin embargo, algo en común: Son dos hombres de carne y hueso que a pesar de la sotana “se dejaron arrastrar por la vida mundana y le dieron riendas sueltas a sus apetitos”. (Lo único censurable al padre Alberto es haber violado los votos de la iglesia).
Para que el mundo se enterara de las “infidelidades” de Alberto contra la Iglesia, sólo bastó que un “paparazzi” tomara una fotografía y la enganchara a una página de internet. Otro acontecimiento reciente, tiene que ver con la denuncia que hiciera en un portal de internet de Guatemala, en la que un abogado advertía que sería asesinado supuestamente por gente vinculada al gobierno. Luego de materializarse su asesinato, aunque la noticia de su posible muerte circuló como rumor, fue en el internet donde se divulgó el video en el que el empresario y abogado dejaba como testimonio su versión, que coincidía con las murmuraciones.
Si partimos del hecho de que la información es poder, sin lugar a dudas que hoy el ciudadano común está más empoderado que cuando el sacerdote de Graham Green, en la novela histórica “El Poder y la Gloria”, salió corriendo de la persecución gubernamental. El internet es un “combo” de texto, audio, video y fotografía que poco nos cuesta, y que bien usado es beneficioso para la humanidad.
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