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PUERTO PRÍNCIPE.— El demoledor golpe que propinó el sismo de 7.3 grados a la empobrecida Haití representa, cuatro días después, sólo la punta del iceberg de una tragedia de proporciones incalculables: la inminente emergencia sanitaria, el caos, la falta de gobierno, el hambre y la desesperanza alimentan una violenta revuelta social, cuyos primeros síntomas ya dominan las calles de esta capital.
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