Viven en una localidad bañada por la cañada Guajimía y amenazada por precipicios accidentales. Sus ranchos de tabla y zinc podrido, no debilitan sus ganas de rebasar la miseria en la que parecen estar condenados por el resto de su vida.
A los residentes de El Café, de Herrera, no les queda otra alternativa que rogar y ponerse en manos del Creador.
Las condiciones de la comunidad rayan lo inhumano, pero las esperanzas de mejoría de sus habitantes son firmes e invariables.
“Las autoridades aquí nunca han venido para hablar de desalojo ni nada parecido”, afirma Taveras. Este señor, de 62 años, es el vicepresidente de la Junta de Vecinos La Flor de El Café, donde ya cuenta 14 años viviendo.
Taveras narra con fluidez las penurias de su comunidad, mientras camina por una cañada que hace las veces de calle.
A su paso, señala varias casuchas construidas al costado de barrancos de barro. “Mire las calles como están”, alcanza a decir. Taveras hace esfuerzos para no resbalar por la quebrada, convertida en vía principal de El Café.
Ángel Pérez también reside en el barrio. Su casa está situada a escasos pasos de la cañada Guajimía. Dice que es lo único que tiene; que la construyó a puro sudor y que allí es donde vive con su familia. “Imagínese, el que tiene su ranchito aquí y no tiene más nada, ¿para dónde va a coger?”, pregunta.
El Café lo conforman cerca de 2 mil viviendas; una gran parte fue edificada en las proximidades de la cañada Guajimía y otras en despeñaderos que con cualquier llovizna podrían reducirse a lodo. El barrio está situado en el municipio Santo Domingo Oeste.
El conjunto de personas que con cada nublado ven peligrar su vida y todas sus pertenencias, incluyendo sus humildes moradas, es amplio y se extiende ante la mirada indiferente de las autoridades. Todo el mundo conoce los sectores capitalinos que padecen estas circunstancias.
Las peripecias de La Zurza, Las Ciénagas, Los Guandules y Guachupita, para citar cuatro casos, es historia sabida. Prototipos de una situación que se repite con cada ciclón, tormenta o simple aguacero.
Algunos barrios, como los situados en la periferia del sector Cristo Rey, forman también parte de tradicionales derrumbes, deslizamientos e inundaciones, que sólo encuentran solución cuando ocurren desgracias similares a la que mató a ocho personas en Guachupita.
“Es que, pedirle ayuda al Gobierno, ya uno ni sabe. Yo quiero que veas como quedó mi casa después que le cayó un peñón desde allá arriba”, comenta Juan Antonio Paula, residente en la calle Reyes Católicos, en Cristo Rey.
El lugar que Paula muestra es un caserío erigido varios metros por encima de su vivienda techada de zinc mohoso. Con los aguaceros de la tormenta Gustav, la casa de Paula fue impactada por una roca que se desprendió desde lo alto.Reivindicación. Un día después de que fueran enterradas las ocho personas que perecieron en Guachupita, entre ellas una madre y sus seis hijos, el ayuntamiento del Distrito Nacional inició un censo en el barrio, para saber la cantidad de familias que residen en zonas de alto riesgo.
Dándole continuidad a las salidas improvisadas del Gobierno, por otro lado, el director del Centro de Operaciones de Emergencias (COE), coronel Juan Manuel Méndez, informó que ayer mismo también comenzaron a evacuar en los sectores La Barquita y La Zurza, como acción preventiva por las crecidas de ríos en la provincia Monte Plata.
Proyecto sanearía al sector de Guachupita
En el mismo terreno donde la madrugada del pasado jueves murieron ocho personas, aplastadas por rocas y pedazos de bloques, en el sector Guachupita, el diputado peledeísta Carlos Peña reveló que desde hace casi dos años sometió a la consideración de la Cámara de Diputados un proyecto de ley que establece el saneamiento “urgente” de los ríos Ozama, Isabela y Haina y la construcción de asentamientos humanos para los que viven en sus riberas.
El citado proyecto propone crear la Oficina Especial para el Saneamiento y Protección de los ríos arriba mencionados, que se encargaría de dar fiel cumplimiento a esta legislación.
Sugiere, igualmente, construir una avenida a todo lo largo de las dos márgenes de los ríos Ozama, Isabela y Haina y “construir facilidades habitacionales frente a la mencionada avenida, de acuerdo a las normas de construcción establecidas en la legislación vigente”.
Precisa que las viviendas serían edificadas para las familias que fueran afectadas por el Proyecto de Saneamiento y Protección de los ríos Ozama, Isabela y Haina.
Abandono por parte de las autoridades
En los barrios vulnerables consultados, la queja de la mayoría de los ciudadanos es que las autoridades gubernamentales y municipales sólo se presentan al lugar en caso de que ocurran tragedias lamentables.
Residentes en los barrios el café y Cristo Rey
Ramón TaverasAquí solo vienen a prometer”
“Aquí, al Café, nunca ha venido nadie del Gobierno a hablarnos de desalojo. Cuando hay algún problema de derrumbe o inundación, nosotros somos los que tratamos de resolver. Aquí nunca se ha hablado de desalojo. Ahora, nosotros podemos aceptarlo. Aquí sólo vienen a prometer”.
Juan A. Paula“Hay que resolver con las propias manos”
“El otro día, se deslizó una piedra y le cayó en la pierna a una señora, a la que hubo que darle tres puntos. Yo no le pediría nada al Gobierno, porque uno le pide y al final nunca resuelve. Aquí en Cristo Rey uno tiene que tratar de resolver con sus propias manos para poder ver los resultados”.
Tomado del www.elcaribe.com.do
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