Lo que dejó la elección de Venezuela
JOAQUIN PEREZ RODRIGUEZ
Especial para El Nuevo Herald
La elección venezolana, del pasado 3 de diciembre, podrá ser recordada por dos cosas. La primera, el triunfo de Chávez no pareció tan fraudulento. La segunda, la oposición avanzó por el camino de la sensatez. Ninguna de estas dos cosas se había visto en comicios anteriores.
El proceso no pareció tan fraudulento porque Chávez había ganado ampliamente en las encuestas previas a la elección. También ganó en todas las encuestas a boca de urna. Si la diferencia anunciada oficialmente no hubiese sido tan exagerada, la gente hubiera aceptado un resultado que es producto de un discurso que le llega a los más pobres, un estilo que les agrada y un abuso del poder que le ayuda a ganar elecciones. Esto no es nada nuevo. En México el PRI lo hizo por más de 70 años.
El socialismo que ha venido anunciando Chávez solamente se ha materializado en ciertos planes populares. Pero no ha seguido la senda fidelista de las nacionalizaciones, la persecución y la muerte de los enemigos. Su régimen ha perseguido y matado en algunas ocasiones. No ha nacionalizado la empresa privada y la lucha contra los medios de opinión ha sido más semántica que represiva. Para darnos cuenta de la diferencia entre los dos estilos pensemos que al día siguiente del decreto de Reforma Agraria en Cuba, los dueños de tierras se hallaban desposeídos, presos o en el exilio. La burocracia chavista, desde hace meses, lucha por culminar la primera nacionalización de un terreno agrícola privado.
Sin embargo, estos comicios traen lecciones importantes para aquellos que no están de acuerdo con el mensaje, el método o el personaje. La oposición, que ocupa casi la mitad de la población, puede dar una lucha eficaz.
Hasta ahora, la postura de la oposición a Chávez era radical. Pensaban que Chávez era un tramposo que simplemente debía ser expulsado del poder y punto. Y, para ellos, esa noción era tan lógica que la gran mayoría del pueblo debía tenerla. Por eso no se explicaban que Chávez pudiera ganar ningún proceso sin hacer trampa y pensaban que las fuerzas armadas lo sacarían del poder en cualquier momento.
Tan evidente era ese criterio que, durante el pasado referéndum revocatorio contra Chávez, la Coordinadora Democrática, que encabezaba la oposición, no se cuidó de crear una maquinaria que defendiera los votos en las urnas, ni tampoco se tomó el trabajo de hacer una campaña de televisión profesional.
Por eso, el día del referéndum, cuando el Consejo Electoral proclamó la victoria de Chávez, no supo qué hacer. Ante la supuesta trampa quedaron paralizados. No se alzaron en armas. No tomaron las calles. Ni siquiera probaron eficazmente que se había cometido un fraude.
Esta vez ha sido distinto. El candidato de toda la oposición, Manuel Rosales, demostró valor, talento, capacidad de trabajo y visión política.
No temió entrar en los barrios, que hasta ese momento eran territorio privado de Chávez.
Creó una estructura de defensa del voto que funcionó a nivel nacional e impidió que la victoria de Chávez tomara dimensiones épicas. Esa estructura, que no existía antes, garantizó que no se cometiera un fraude y contradijo con pruebas los exagerados resultados oficiales.
Rosales reconoció la derrota con un mensaje combativo y optimista. Como hacen los estadistas, con lo cual sus posibilidades y las de la oposición crecieron.
Tal vez la única falta que cometió fue no hacer una campaña de televisión profesional. Esto lo hubiera dado a conocer más y hubiera permitido que su mensaje llegara a toda la población. Con una campaña de televisión profesional, Rosales hubiera estado más cerca del triunfo.
Todavía quedan muchas cosas por hacer. El ventajismo desproporcionado de Chávez en los medios y en el manejo abusivo de los recursos del estado debe ser denunciado por los observadores. Las irregularidades en un proceso electoral no solamente se cometen al momento de votar. Y ese abuso, en el futuro, debe ser frenado.
Chávez debe ser confrontado en cada proceso electoral con fuerza e inteligencia. La oposición no debe bajar la guardia. Debe aprender y seguir. El camino no será fácil, pero una merma de los recursos petroleros, la corrupción galopante del régimen, su incapacidad gerencial para resolver los problemas de la gente y las fisuras en sus propias filas, que ya comienzan a surgir, indican que hay posibilidades.
Las mismas cifras oficiales demuestran que la oposición puede ganar en 7 entidades, las más importantes del país.
Y a nivel presidencial, para ganarle a Chávez solamente debe recuperar 10 puntos y eso no es imposible.
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