jueves, 8 de febrero de 2007

Patricio Navia
El otro vocero de América Latina
Para poder comenzar a construir una posición de liderazgo, Calderón debe involucrar a otros países de América latina en algunas negociaciones, hasta ahora bilaterales, con Washington. Los problemas de migración, guerra contra las drogas, remesas de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos y libre comercio son también preocupación de otros países.

Si bien nadie discute el rol de líder regional que ha asumido Hugo Chávez, muchos observadores correctamente señalan que América latina está a la espera de un vocero de aquellos gobiernos más comprometidos con la globalización y abiertos a perfeccionar las políticas de libre mercado. De todos los candidatos posibles, sólo el mexicano Felipe Calderón parece capacitado y en condiciones de asumir ese papel. Está por verse si se animará a hacerlo.

La percepción generalizada de que América latina dio un giro a la izquierda con las elecciones de 2006 tiene mucho que ver con la forma en que los presidentes de la región ejercen sus liderazgos.

Si bien los candidatos marcadamente de izquierda (y aliados del mandatario venezolano Hugo Chávez) triunfaron en Bolivia, Nicaragua y Ecuador, los ganadores en Brasil, México, Colombia, Perú, Chile y Costa Rica fueron los candidatos más comprometidos con políticas de libre mercado y a favor de la globalización. Pero aunque el continuismo neoliberal (economía social de mercado, como la llaman en Chile) resultó vencedor en seis de los siete países más poblados que celebraron comicios, la vociferante voz de Chávez pareció causar mucho más impacto que el triunfo de los moderados Lula en Brasil, Bachelet en Chile, García en Perú y Arias en Costa Rica.

Incluso el triunfo de los derechistas Calderón en México y Uribe en Colombia, fue seguido de visitas a Chile (señalando su intención de combinar políticas de libre mercado con programas sociales destinados a combatir la pobreza y mejorar las oportunidades).

Pero la ausencia de un líder regional capaz de articular ese mensaje y congregar a los países afines (like minded countries), abiertos a la globalización ha permitido que se forme una percepción distorsionada sobre los procesos sociales y políticos que se desarrollan en América latina. La temporada de elecciones presidenciales de 2006 demostró que los países más grandes de la región votaron a favor de la continuidad. Esta continuidad está a favor de la globalización y el crecimiento a través de la integración al mundo. Pero como no hay un vocero que ejerza el liderazgo, esta mayoría silenciosa es acallada por una minoría vociferante, liderada por un Hugo Chávez que, por cierto, tampoco cuenta con la lealtad absoluta de ninguno de los tres países (Bolivia, Ecuador y Nicaragua) regularmente identificados con su bloque.

La falta de un vocero que articule la postura más numerosa de los países más grandes se debe en parte a que el candidato natural para ocupar ese lugar, el presidente Lula de Brasil, no ha querido hacerlo. Aunque Lula ha evidenciado diferencias con Chávez, el mandatario brasileño no ha querido asumir el rol de liderazgo internacional que tuvo su antecesor Fernando Henrique Cardoso. Porque ideológicamente representa a un sector más derechista, y porque los conflictos internos de su país no le permiten siquiera intentarlo, el colombiano Álvaro Uribe tampoco ha querido asumir la responsabilidad. La chilena Michelle Bachelet podría haber aprovechado su condición de primera mujer presidenta de su país para proyectarse internacionalmente, pero ella querido privilegiar la construcción de una red de protección social en su propio país. El peruano Alan García, líder de la séptima economía más importante de la región, está más preocupado de limpiar su nombre en la historia ­después de un desastroso primer periodo a fines de los 80­ que de proyectarse internacionalmente. Por eso, el único candidato posible para ocupar ese rol de vocero es el mexicano Felipe Calderón.

Si bien la realidad de su acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá lo ha alejado América latina, México ha dado señales claras de consolidar su presencia en la región. Los conflictos de Fox con Chávez ­y las disputas de Calderón con el líder venezolano durante la campaña presidencial en su país y más recientemente el pasado fin de semana­ presentan un desafío difícil para el nuevo presidente mexicano. Pero la necesidad de Calderón de granjearse el apoyo de millones de mexicanos que lo ven demasiado a la derecha bien lo pudiera llevar a intentar ganar adherentes en su país con una mayor cercanía a la izquierda moderada que gobierna en varios países de América latina.

Para poder comenzar a construir una posición de liderazgo, Calderón debe involucrar a otros países de América latina en algunas negociaciones, hasta ahora bilaterales, con Washington. Los problemas de migración, guerra contra las drogas, remesas de inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos y libre comercio son también preocupación de otros países. Porque México, pese a los problemas, siempre tiene una relación fluida con el gobierno estadounidense, Calderón puede convertirse en un facilitador que acerque a Washington con el resto de América latina. Si lo hace, podrá comenzar a opacar ­sin tener que confrontar­ el liderazgo que hasta ahora ha ejercido solitariamente Chávez en América latina.

Pero si Calderón no lo hace, la errada percepción de que América latina ha dado un giro a la izquierda populista y anti-globalizante se seguirá consolidando y la realidad de un continuismo amistoso con el libre mercado, la integración y la globalización de una mayoría de los países de la región seguirá siendo ignorada en el resto del mundo. Ante la ausencia de un vocero eficaz y atractivo, Chávez seguirá siendo la voz más potente que se escuche salir desde América latina.

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