viernes, 3 de noviembre de 2006

"Si compramos caro, tenemos que vender caro. Es ley de la vida"

Historia DL. -
Santo Domingo. A continuación la última de las "historias de vida", un retrato de la sociedad dominicana y su posición ante la reforma fiscal, vista por tres señoras de distintas clases sociales. En esta entrega, una señora de altos ingresos ofrece su punto de vista. La señora Camila es una dama de sociedad. Le gusta que la llamen doña. Tiene un saber estar y un porte que lo grita por todas partes. La fortuna familiar sobrevivió a la tiranía y logró hacer “un buen matrimonio”, por lo que dificultades económicas no ha sufrido nunca.
Hizo un secretariado bilingüe, como se usaba en la época, que no ha ejercido nunca, aunque sí reconoce que comunicarse en más de un idioma la ha ayudado a ser mejor anfitriona en las actividades que organiza frecuentemente para su marido.
Trabajos formales no ha tenido, pero recuerda que al regresar de los internados americanos donde hizo el bachillerato, y todavía demasiado joven para casarse, ayudó a su padre en la empresa familiar. Ya convertida en Señora de X, colaboraba por las tardes en la oficina del esposo hasta que llegaron los hijos. A partir de ahí, se dedicó a la crianza correcta de los vástagos, lo que incluía los mejores colegios y tutores, campamentos de verano en Europa y Canadá, y fines de semana en la villa de La Romana. “No te olvides que parte de la crianza tiene que ver con las relaciones adecuadas”, me dice.
Ya con los hijos grandes, le sobra el tiempo para participar activamente en varios voluntariados. Está consciente que gran parte del país vive en la más espantosa miseria y que posiblemente con la mitad de lo que se gasta en su casa al mes sólo en comida, podría ayudar a muchas de esas familias, o al menos costear parte de los tratamientos médicos que con tanta desesperación necesitan. Pero entiende también que su familia ha hecho su parte: mantenemos empresas prósperas donde se emplean a cientos de personas, donamos a la caridad, contribuimos a las campañas… “hacemos lo que podemos en nuestra situación”.
Hace tiempo que dejó de calcular el gasto de la casa. “No vale la pena, todos los meses sube y hay que comprar de todas maneras”, se lamenta. Sólo en alimentos, calcula un gasto promedio de RD$50,000 al mes, si no tuviera invitados. "No es que comamos tanto", ríe, mientras mira su estilizada figura a pesar de sus cincuenta y muchos años cumplidos, “pero es que somos muchos en casa: al menos seis personas fijas de servicio, sin contar los choferes, que están asignados a la empresa, pero hay que incluirles las comidas”, explica.
Se queja de todo lo que tienen que pagar de luz "y de lo caro que está el combustible de la planta". Los costos de mantener sus propiedades y "estos impuestos que no se sabe a dónde van", forman parte del rosario de lamentos.
Le dolería pensar que los impuestos se traspasen a la población más necesitada, pero entiende que el empresariado poco puede hacer: si compra más caro, vende más caro.
Es ley de vida y de economía. Si la situación se pone muy difícil con el Gobierno, tendremos que sentarnos a negociar y en esas lides, los empresarios nunca han perdido. “No conozco un solo Presidente que haya llegado donde está sin nuestra ayuda. En el Gobierno no son tontos, ellos saben hasta dónde se atreven con nosotros”, sentencia.
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